Fuente:dietasanaynutricion.com
Durante el tratamiento se mueven más de 100 músculos y el organismo produce endorfina, la hormona de la felicidad.
Cada vez son más los venezolanos que recurren a las bondades de la equinoterapia para recuperarse de malestares tantos físicos como psicológicos.
Un método curativo que es complementario a otros tratamientos.
En la equinoterapia se mueven 112 músculos del cuerpo humano y a la vez el organismo produce endorfina, la hormona de la felicidad.
Así, las personas, independientemente de la discapacidad que tengan salen, con un mayor grado de energía. Es una solución para muchas patologías, especialmente aquellas que están vinculadas con el desarrollo psicomotriz de niños, adolescentes o adultos.
Uno de los ejemplos más representativos es María Teresa Acevedo, que tiene dificultades para salir del coche pero eso no le ha impedido convertirse en la campeona panamericana de para-equitación. Sería poco decir que para ella nada ha sido fácil, pues a los 17 años de edad sufrió un accidente en el que una fractura en el cráneo le afectó el equilibrio y quedó paralizada. Después de años de terapia, logró algo de movilidad hasta llegar a ser la número uno en ese deporte dirigido a personas con discapacidades físicas.
“Siento que el equilibrio me ayuda muchísimo porque el movimiento del caballo suelta la cadera”, explica María. “Sentir el calor que el animal da a las piernas es lo máximo”, añade la joven.
Además del deportivo, se establece un vínculo más afectivo con estos animales. Y es que el calor y la energía que desprenden benefician de manera asombrosa a las personas con diferentes enfermedades y síntomas y resultan de sumo provecho en terapias de salud, según los especialistas.
“Ya tiene que manejar al caballo sola totalmente. Este es un caso excelente, un testimonio vivo de una persona que ha pasado de estar muerta clínicamente a volver paso por paso a la vida primero por fisioterapia hasta llegar a equinoterapia”, indica la equinoterapeuta Teresa Molinos.
Con esta actividad, además de divertirse, los niños aprenden a dominar al caballo y luego a cuidarlo. En este compartir, los jóvenes expresan sus emociones, lo que hace que se cree un vínculo de amistad entre ellos. Así, con una actividad deportiva y a la vez didáctica, se logran recuperaciones rápidas de algunas enfermedades contra las que la medicina tradicional es incapaz de luchar sola.