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Fuente:blogdefarmacia.com
La diferencia entre el té verde y el común o negro (el más difundido en el mundo) radica en su elaboración. El té negro se deja secar y fermentar después de cosechados, a diferencia del té verde que no se deja fermentar ni antes ni después del secado, para que retenga los ingredientes activos de la planta (polifenoles). Como el té verde esta menos procesado que el negro contiene más cantidad de antioxidantes y por ello, es el más potente de los dos.
Su color es verde claro tirando a amarillento y no marrón rojizo como el negro.
Los beneficios asociados al consumo del mismo son extensos, entre los más importantes podemos nombrar su acción antioxidante, protección dental y antibacteriana, posee efecto hipoglucemiante, ya que su complejo de vitamina B ayuda a metabolizar los carbohidratos y bajar los niveles de azúcar en sangre, por eso es apto para diabéticos.
Distintas investigaciones han demostrado las propiedades del té verde en la prevención del cáncer de pulmón, esófago, páncreas, hígado, mama, próstata, piel, boca y colon.
Actúa como estimulante del sistema nervioso y bulbar (estimula los centros respiratorios y vasomotores que se encuentran a nivel del bulbo), ayuda a la concentración y fortalece la memoria, con la ventaja de poseer menos cafeína que el té negro.
Por su poder antioxidante, muchos cosméticos e incluso alimentos lo incorporan en forma de extracto. Disminuye la fatiga física y mental, detiene el proceso de envejecimiento, previene las arrugas y la caída del cabello.
Su riqueza en oligoelementos y vitaminas C lo hacen recomendable para prevenir las afecciones digestivas y hepáticas; y por su eficacia antitrombótica (previene y disuelve la formación de coágulos en la sangre) similar a la de la aspirina, disminuye el riesgo de enfermedades cardíacas.