La querencia por sentirse mejor o prevenir enfermedades crónicas conduce a un consumo de vitaminas, en ocasiones irracional, que puede ser peligroso.
Por MAITE ZUDAIRE 28 de marzo de 2012
Erosky Consumer
Primavera, astenia y suplementos vitamínicos conforman el trípode en el que se sustenta el negocio de muchas farmacias, parafarmacias y herbodietéticas. La sensación de cansancio, agotamiento y malestar que acompaña a muchas personas durante el cambio estacional les conduce a ser propensos a un uso de vitaminas y minerales, en ocasiones irracional, para combatir la flojera. Por otra parte, el interés por sentirse mejor o por prevenir enfermedades crónicas en años venideros anima a tomar vitaminas y minerales sin medir ni los requerimientos ni el riesgo de un potencial exceso.
Hay constancia de que tomar demasiada cantidad de determinados nutrientes, como las vitaminas liposolubles o ciertos minerales, aunque se vendan sin receta y parezcan inofensivos, puede ser contraproducente en ciertas situaciones de salud y para determinadas personas. Si se fuma, no conviene tomar suplementos de betacaroteno sintético, aunque tengan acción antioxidante, ni tampoco si la mujer está embarazada, aunque pretenda ganar color en la piel porque acelera el bronceado. También puede ser contraproducente tomar suplemento de vitamina D o calcio durante los meses de verano, salvo indicación médica expresa.
El exceso de vitaminas comporta un riesgo
Complemento a la dieta. Esa debe ser la premisa con la que se usen las pastillas, cápsulas o píldoras de vitaminas y minerales. Y siempre desde la seguridad de una necesidad real o la propuesta por parte del nutricionista, el médico o el especialista sanitario tras haber estudiado con detenimiento los síntomas que pueden derivarse de dichas deficiencias.
Incluso algunas vitaminas y minerales, que a priori parecen imprescindibles para la vida, y lo son, pueden provocar toxicidad si se toman en exceso, si se combinan con ciertos medicamentos, según la condición física y de enfermedad de quien los tome, o la situación fisiológica que atraviese la persona.
Entre las vitaminas, las más problemáticas son las liposolubles A, E, D y K, que por su condición de ser solubles en grasa, se pueden acumular en los depósitos grasos del organismo y generar toxicidad.
Betacaroteno y vitamina A sintéticos. Un consumo descontrolado de vitamina A y su precursor natural, el betacaroteno sintético, puede provocar a largo plazo efectos dañinos en los órganos que metabolizan la vitamina A, como el ojo y el hueso. Su uso se generaliza, sobre todo, entre el público femenino y en los meses próximos al verano para potenciar el bronceado. Aunque se ha evaluado la eficacia de la ingesta de complementos de betacaroteno no natural en la protección solar frente a las quemaduras con resultados muy interesantes, hay grupos poblacionales de riesgo a los que no les conviene tomarlas. La ingesta extra es para la salud de las personas fumadoras, y su consumo en cantidades elevadas durante el embarazo se asocia a un mayor riesgo de malformaciones fetales. Las autoridades sanitarias advierten a las mujeres embarazadas que no consuman más de 3.000 microgramos/día (American Pediatric Association) o 3.300 microgramos/día (Departamento de Salud de Reino Unido).
Vitamina E. En los meses venideros, en farmacias, parafarmacias y tiendas de herbodietética resurgirá la presencia de ampollas y cápsulas de vitamina E antioxidante con efecto de protector solar. Sin embargo, está todavía por demostrar si la ingesta oral de esta vitamina se asocia a una mayor concentración en la piel, para demostrar una fotoprotección activa, segura y eficaz.
Vitamina D y calcio. Un consumo elevado y mantenido de vitamina D activa (colecalciferol) puede provocar efectos serios por la elevación plasmática de calcio, con consecuencias severas como elevación de la tensión arterial, calcinosis o calcificación de tejidos blandos como riñones, pulmones o endurecimiento de las paredes arteriales. Al ser la vitamina D fabricada por el propio cuerpo gracias a la acción sobre la piel de los rayos solares, es prudente no tomar complementos de vitamina D durante los meses de verano, cuando hay mayor exposición al sol, salvo indicación médica expresa.